Have an account?

viernes, 3 de julio de 2009

Jaulas doradas, dulces manzanas e inocencia quebrada

Gritas sin parar, gritas sin cesar.
¿Acaso te oyen?
Tumbas puertas y rompes ventanas.
¿Acaso notan tu presencia?

Un día gris, tu ingenuidad venció a tu razón,
y saliste de tu jaula dorada que alfombran blancas perlas,
al mítico, añorado y cálido exterior.
Pero te encuentras con que es frío y es duro y no es fácil sobrevivirlo.

Pero no había vuelta atrás, niña ingenua.
Tu jaulita se cerró y te dejó sola afuera.
Y tú corriste y anduviste hasta no poder más,
y ahí tumbada, llorando un río, te vi por primera vez.

Ay, mi niña ingenua, ¡mi pobre criaturita!
Soy dulce y bella, y mi cálida aura envuelve corazones helados,
pero mi naturaleza es como la del escorpión:
ataca por instinto y hiere sin razón.

¿Pero es que acaso nadie te dijo nunca
que no confiases en extraños?
Te vi y no hubo vuelta atrás.

No todo lo que brilla es oro,
y te dejaste llevar por mi máscara,
por mi cálida y perfecta fachada.

Mis ojos de tibio chocolate encontraron los tuyos de helado azul de mar,
y tú, ingenua, creíste haberme hechizado con tu nívea mirada.
Pero, ¡oh, ingenua niñita!
Yo solo contemplaba la belleza de mis ojos reflejada en los tuyos.

Soy como una viuda negra,
encantadora y traicionera.
Tan empalagosa que envenena,
tejiendo su red donde no puedas verla.

Y te tomé entre mis brazos,
y te tejí dentro de un suave capullo de falso amor,
y sin pestañear te entregaste a mí.
Me diste tu esencia, me diste tu ser.

Yo era tu madre, dulce y atenta,
y tú, mi mimada y bella niñita.

Pero olvidaste, amor,
o quizás ni lo imaginaste,
que soy tan traicionera como un escorpión.
Mato y enveneno sin razón.

Bebiste de mi dulce cidra
y comiste mis rojas manzanas,
¿Pero nunca paraste a pensar
porqué yo no comía, porque solo miraba?

Y aquí yaces ahora,
en otra jaula dorada.
Como un pajarillo sin libertad,
como un águila sin alas.

Pero los años te han enseñado
que lo que es dorado no siempre es oro,
y el cálido e ideal exterior
se ha vuelto un gélido paisaje invernal.

Por eso jugamos a que eres mi marioneta
y yo, tú querida manipuladora.
Cantas y bailas y sonríes para mí,
pero es todo una fachada, una pálida ilusión.
Mis cadenas de seda te aprisionan,
y mi dulce veneno fluye por tus venas.

En las noches, mientras duermo,
gritas sin parar, gritas sin cesar.
¿Pero acaso te oyen?







©Katherine Graterol, 2009.

No hay comentarios:

Publicar un comentario